
Los Iremonger son una familia peculiar
Durante generaciones han permanecido en HEAP HOUSE, su laberíntica mansión, donde las jerarquías y los matrimonios vienen impuestos. En las plantas superiores vive la familia; en las inferiores, el servicio. Rodean la mansión los CÚMULOS: montones de basura proveniente de todo Londres que se extienden hasta donde alcanza la vista.
Todos los miembros de la familia perpetúan una tradición, la de vivir ligados a un OBJETO DE NACIMIENTO que deben proteger con su vida. Los objetos parecen susurrar algo, pero solo Clod Iremonger, el ESCUCHADOR, es capaz de oírlos.
La llegada de Lucy Pennant, nueva sirvienta de la mansión, lo cambiará todo. Porque en el horizonte de Heap House se adivina una gran tempestad. Y los secretos de la familia Iremonger están a punto de saltar por los aires para siempre.

Trilogía Iremonger | Los secretos de Heap House
23,90€
Las cosas no son lo que parecen. Nunca confíes en las cosas.
Disponible el 4 de octubreReservar

Trilogía Iremonger | Los secretos de Heap House
23,90€
Las cosas no son lo que parecen. Nunca confíes en las cosas.
Disponible el 4 de octubreReservar

Dónde: en la Gran Vitrina, donde se exhiben los objetos de nacimiento de los Iremonger fallecidos
Who: Quién: los difuntos Ayrin y Puntias Iremonger
Decían que yo me parecía un poco a madre, por eso mi presencia era motivo de aflicción. Al nacer yo, murió mi madre. A mi Abuela le resultaba especialmente difícil contemplarme y pasaba meses enteros sin verla. Mi madre había sido la favorita de la casa, la hija menor de mis abuelos y su primera niña después de doce varones. Apenas sé nada sobre ella. Sé que cantaba. Me han contado que tenía una voz extraordinariamente bonita. Pero desde mi nacimiento ya nadie cantaba. La Abuela lo había prohibido.
De mi padre no se hablaba mucho. Era un hombre tranquilo y apacible que nació con un corazón frágil. Criado entre algodones durante casi toda su vida, fue cuidadosamente alimentado con terrones de azúcar en estancias acolchadas, de donde lo sacaban de vez en cuando para visitar a mi madre, antes de que descubrieran el problema de su frágil corazón. Dos semanas después de mi nacimiento, debido al dolor por la muerte de madre y a la felicidad de mi nacimiento, el corazón de mi padre se detuvo. Ahí, en la Gran Vitrina, están la llave de pianoforte de mi madre y el borrado de pizarra de mi padre.

Dónde: junto al tatarabuelo, el gran reloj
Quién: la callada niña Ormily Iremonger
La prima Ormily era pequeña y dulce y tímida, bastante callada y humilde, y tenía el cabello tan rubio que casi parecía blanco, y las cejas blancas, y le profesaba un gran cariño a Tummis.
Casi al final, en el recodo del último tramo de las escaleras, descansaba el Tatarabuelo, un solemne reloj procedente de una fábrica de betún de Tooting, con la cara enorme y el cuerpo alargado, y una puerta que protegía el mecanismo en una caja lo bastante grande para que dos personas se escondieran dentro a hablar en susurros. Allí esperaba Tummis, dentro del reloj, y yo me detuve a unos pocos pasos para atarme una y otra vez los cordones de los zapatos, mientras hacía todo lo posible por dar aspecto inocente. Sonó un leve crujido en la escalera, luego un nombre mascullado en voz baja desde un objeto escondido y enseguida apareció una figura pequeña y ligera, que me vio y estuvo a punto de salir corriendo o de explotar en mil pedazos de la vergüenza que le produjo la situación.
—No pasa nada, Ormily —dije—. Entra, te está esperando; yo me quedaré haciendo guardia.
Entró, con las mejillas encendidas como faros, y la puerta se cerró tras ella.

Dónde: en la Sala de los Encuentros
Quién: la prometida Pinalippy Iremonger
La prima Pinalippy era mucho más alta que yo. Tenía una pelusa oscura en el labio superior. Del bolsillo de la prima Pinalippy salía una voz que decía «Gloria Emma Utting», pero no tenía ni idea del aspecto que tenía Gloria Emma. La prima Pinalippy era muy dada a pegar y a pellizcar. Una de sus aficiones consistía en acercarse a algún Iremonger joven, abrirle la chaqueta negra, agarrarle la camisa justo a la altura del pezón y pellizcarle. Era extremadamente doloroso. Y era con esta persona, con esta pellizcadora de pechos masculinos, con quien se suponía que tenía que casarme en el desafortunado cumpleaños en el que cambiaría los pantalones cortos de pana por otros negros de pierna entera.

Dónde: en la habitación de la abuela
Quién: La matriarca Ommaball Oliff Iremonger
La Abuela había nacido en esa habitación y poco después metieron aquella gran cosa de mármol. Durante su larga, larguísima vida, nunca había salido de la habitación, ni una sola vez.
Tenía la sensación de que, desde hacía mucho tiempo, la Abuela libraba una guerra personal con su repisa, que se mantenía joven y bella en todo momento. La Abuela había sido una niña que había contemplado ese mamotreto, que había jugado alrededor de él, que se había disfrazado como él, y que, con la ayuda de una escalera de mano, había colocado sus cosas en lo alto. Luego la Abuela había crecido y se había casado con el Abuelo, y entonces el Abuelo la visitaba y sospecho que había habido momentos en los que la Abuela había sentido grandes celos de sus cariátides, como si su voluptuosidad se burlara de ella, siempre tan delgada, la Abuela, de pecho plano, de cintura estrecha, un saco de huesos. Con el paso de los años la Abuela había envejecido y se había vuelto frágil, había encogido, pero aquellas muchachas de mármol seguían siendo grandes y poderosas y redondeadas, mientras que ella con la edad se encorvaba y quebraba y perdía los dientes y le dolía esto y lo otro.

Dónde: el apartamento de Moorcus Iremonger
Quién: el prefecto Moorcus Iremonger
El primo Moorcus, el prefecto del colegio, mi primo hermano, el mayor y más guapo de los muchachos Iremonger, portaba una medalla con una cinta que decía al valor que por algún extraño motivo lucía en todo momento. Este era el único objeto concreto que nunca me había hablado, ni un susurro, ni un sonido. Permanecía obstinadamente callado. Pero este era un fenómeno relativamente reciente, hacía tan solo seis meses que Moorcus había empezado a mantener su objeto de nacimiento oculto y a menudo lo oía gemir las palabras «Rowland Collis». Pero de pronto, desde hacía medio año, Moorcus exhibía una medalla en el pecho que anunció que era su objeto de nacimiento, y mandó colocar numerosos cerrojos en la puerta de su apartamento. Después de eso nunca volví a oír a Rowland Collis.

Dónde: subiendo las escaleras denominadas El Sacacorchos
Quién: La Tía Rosamund Iremonger
La Tía Rosamud, la verdad sea dicha, era vieja y rezongona, y muy dada a gritar, a acusar y a pellizcar. Distribuía galletas de carbón entre los niños a diestro y siniestro para combatir la flatulencia. Le encantaba pescarnos en las escaleras para hacernos preguntas sobre la historia de la familia y, si nos equivocábamos en la respuesta y confundíamos a un primo segundo con uno tercero, por poner un ejemplo, se volvía impaciente y desagradable, sacaba su picaporte especial (Alice Higgs) y nos golpeaba con él en la cabeza. Qué. Muchacho. Tan. Mentecato. Y dolía. Pero que mucho. Eran tantas las cabezas jóvenes a las que había pegado, sacudido y aporreado con su picaporte que había impregnado de mala fama todos los picaportes, y éramos muchos los que nos mostrábamos cautelosos a la hora de accionar tales objetos, por los malos recuerdos que nos traía aquella simple acción.

Dónde: en la habitación del primo Tummis
Quién: el estudiante indolente Tummis Iremonger
Mi primo Tummis era muy alto y delgado. Siempre llevaba consigo a Hilary Evelyn Ward-Jackson. Era un grifo, propio de una bañera. En el centro de la rueda tenía un pequeño disco esmaltado donde había grabada una c de «caliente». Era un objeto muy bonito y había tenido un profundo efecto sobre Tummis, porque mi querido primo goteaba con frecuencia y muchas veces de la nariz le colgaba una gota de moco líquido; aquella gota tenía un camino tan largo que recorrer (toda la longitud de Tummis) que moría mucho antes de tocar el suelo. Tummis era un tipo muy sensible con muchísimos intereses. Tenía los cabellos amarillentos y de aspecto algo inseguro, como si aún no se hubieran decidido a ser pelos y pensaran que podían ser una nube, de metano, por ejemplo, pues eran tan finos que se podía ver el cráneo que había debajo.
A Tummis le encantaban los animales, le encantaban todos los animales que deambulaban a montones por la casa, escarabajos, ratas, murciélagos, gatos o cucarachas, y los recogía, se los llevaba a sus aposentos.

Dónde: en la Enfermería
Quién: el doctor Aliver Iremonger
El Tío Aliver, portador de jarabes y pócimas, de pastillas de sabor repugnante que parecían excrementos de animal y que realmente olían como si lo fuesen, el Tío Aliver el doctor, el fontanero de las entrañas humanas, cuyos pensamientos estaban todos dirigidos hacia dentro, el que con solo mirar a una persona podía saber lo que tenía debajo de la piel, su goteo y su coagulación, su negrura y su azulado, cuyo imaginario era todo forúnculos y sarpullidos; que era compañero de dolores e hinchazones, de calambres, de resfriados y hongos, de ampollas y testículos retorcidos, de dientes podridos y pies podridos y tripas podridas y nudos en el estómago y uñas encarnadas e infecciones cutáneas; cuya compañía, sociabilidad, interacciones, sus holas y como estás, sus te quiero, estaban todos y cada uno de ellos destinados a los enfermos. A la gente sana, joven, vivaracha y que dormía bien por las noches, no la comprendía en absoluto. No le interesaba lo más mínimo. Aliver únicamente podía reconocer a una persona por sus dolencias. Era muy amigo y admirador de todos ellos, desde los resfriados a los callos, a los catarros, a las cataratas, a los cánceres, a los abscesos, a los quistes, a la catalepsia y al cretinismo, y se sentaba con ellos y se preocupaba mucho por ellos. Se mostraba cariñoso, afable y paciente con quien estuviera enfermo, mientras que con las personas sanas era brusco y ciego y desconcertante y horrible. Cuando sus pacientes se recuperaban, les daba la espalda, ofendido y abatido, echando de menos la enfermedad que él, tristemente, había ayudado a erradicar. El Tío Aliver había estado casado con la Tía Jocklun (cuchillo de tarta) y su matrimonio no fue feliz hasta que la pobre Tía Jocklun contrajo la enfermedad del pulmón negro y entonces no se apartó de su lado hasta que ella lo dejó para siempre.

Dónde: en la habitación de Clod Iremonger
Quién: Clod Iremonger
Oigo cosas. Aquellos colgajos a ambos lados de mi cabeza no descansaban nunca. Esos dos agujeros por donde entraban los sonidos estaban saturados. Escuchaba cosas que no debía.
Lo único que oía eran nombres, solo eso, algunos pronunciados en susurros, otros con fuertes alaridos, algunos parecían melodías, otros gritos; algunos sonaban comedidos, otros muy orgullosos, y también los había extremadamente tímidos. Y siempre me parecía que aquellos nombres provenían de diferentes objetos que había repartidos por toda la casa.
De todos los nombres que llegaban a mis oídos, el de James Henry Hayward se repetía más que ningún otro. Eso era porque siempre llevaba el objeto que decía «James Henry Hayward» conmigo, dondequiera que fuese. Era una voz joven y agradable.

Dónde: en la salida de los sirvientes a los Cúmulos
Quién: el Tío de la casa Timfy Iremonger
Tío Timfy era el tío más veterano de la casa, el tío cuyo objeto de nacimiento era un silbato que decía «Albert Powling», que soplaba con frecuencia cuando consideraba que algo no estaba bien. Tío Timfy el fisgón, Tío Timfy el de los labios rollizos, el que nunca superó la altura de un niño, Tío Timfy el espía de la casa, el que se dedicaba a merodear por ahí en busca de desorden.

Dónde: en la salita de alfiliteros del señor Briggs
Quién: El segundo mayordomo Ingus Briggs
Qué estás haciendo? ¿Quién anda ahí? Sal a la luz. Ingus Briggs, el segundo mayordomo, un pariente lejano cuyo objeto de nacimiento era un calzador de carey (Thomas Knapp), estaba de repente a mi lado. El señor Briggs tenía una gran colección de alfileteros en su salita (una chica de la que se enamoró una vez tenía un alfiletero como objeto de nacimiento). Una vez, en un arranque de sociabilidad, quiso enseñármelos, e incluso me rogó que pinchara alfileres en ellos, una actividad que creo que él realizaba cada noche después de concluir sus quehaceres. Pinchaba centenares de alfileres y agujas en materiales de docilidad variable, y esto le proporcionaba un gran consuelo. Briggs era una persona pequeña y reluciente; creo que en su juventud sus padres debieron de pulirlo a fondo. Creo que aquellos Briggs debieron de frotarlo día y noche con cera para latón o abrillantador para plata hasta ver su propio reflejo amoroso en él.

Dónde: en la salita del señor Sturridge
Quién: El mayordomo Olbert Sturridge
Soy el señor Sturridge, el mayordomo —pronunció con voz tan grave que era casi inaudible y parecía como si retumbara—. Yo canto la canción de Heap House, una canción de orden y precisión, el ruido de la exigencia y la dignidad. Es el ruido de todas estas salas, de todas estas historias, es el sonido de cada estancia de este gran palacio que, aunque no nos merezcamos, es también nuestro hogar. Vivimos entre las raíces de los pilares, bajo tierra, por debajo de los que se mueven por encima de nosotros y se encuentran por encima de nosotros, y así es como debe ser. Heap House está enclavada en el suelo como una poderosa asta de bandera y, por tanto, una parte de ella debe quedar enterrada, fuera de la vista. Nuestro lugar está en las profundidades, donde la única luz procede de las velas y las lámparas de gas. Nosotros somos las raíces, las gruesas raíces de la planta que crece por encima. Vivimos bajo tierra y este es nuestro sitio, y aquí trabajamos, cada uno en su puesto. Yo soy el guardián, el que mantiene todo bajo control, soy la escoba y el recogedor, soy el lúcido y el mordaz.

Dónde: en el ascensor privado de Umbitt Iremonger
Quién: el patriarca Umbitt Iremonger
Mi abuelo, Umbitt Iremonger (cuyo objeto de nacimiento era una escupidera de plata personal, para que el abuelo expectorara a placer), nos gobernaba a todos. El Abuelo iba y venía de la ciudad, donde desempeñaba su gran servicio, y cuando estaba allí, en la casa se respiraba una especie de alivio, pero cuanto más se alargaba el día, más nerviosos nos poníamos todos a la espera de que la casa volviera a gritar, aguardando el ruido que indicaba el regreso de la locomotora.

Dónde: en la gran caja fuerte de acero de Solly, la cerrajera de Heap House
Quién: Solly Smith, la cerrajera de Heap House
Yo, Solly. Solly, la cerrajera. Muy cerrada. Siempre callada. No digo nada. Me lo guardo. Lo oculto. Demasiadas palabras. En mi opinión. Muchísimas. Las tengo encerradas. No se las digo a nadie. A Solly no se le escapa ni una palabra. Todos los secretos. Los guardo en privado. Me encerré a mí misma hace años, no me he permitido salir. Una vez alguien me abrió. Fue bonito, agradable, sí, se llamaba William Hobbin. Murió poco después, cólera, encerrado para siempre lejos de mí, en su cripta.

Dónde: en el salón del ama de llaves
Quién: El ama de llaves Claar Piggott
La señora Piggott llevaba el cabello recogido en la nuca con un pequeño moño muy recio, y toda ella era muy pulcra, a excepción de sus dientes. Cuando abrió la boca vi que estaban tan corroídos que por poco habían desaparecido.

Dónde: en la cocina de Heap House
Quién: Los cocineros de Heap House, el señor Orris y la señora Odith Groom
Entonces vi a los jefes de cocina, el señor y la señora Groom, pálidos y de corta estatura, enormemente parecidos entre sí, como si en vez de ser marido y mujer fueran hermanos; pero la gente a menudo tiende a parecerse, ya me había fijado. El aspecto que tenían los Groom dificultaba distinguirlos a uno del otro, pues ambos tenían pechos, ambos tenían caderas, ambos tenían manos grandes y ambos iban vestidos con la misma ropa blanca que indicaba su cargo en aquella casa.

Dónde: en los dormitorios del servicio
Quién: la sirvienta Lucy Pennant
Tengo una buena mata de pelo pelirrojo, la cara redonda y una nariz respingona. Mis ojos son verdes y con puntitos, aunque no son lo único que tengo salpicado de manchas. Todo mi cuerpo está punteado. Tengo pecas y puntos y lunares y uno o dos callos en los pies. Mis dientes no son del todo blancos. Uno está torcido. Estoy siendo sincera. Contaré todo tal como ocurrió y no diré mentiras ni faltaré a la verdad en ningún momento. Lo haré lo mejor que pueda. Tengo un agujero de la nariz más grande que el otro. Me muerdo las uñas. A veces me pican los bichos y entonces me rasco. Me llamo Lucy Pennant. Esta es mi historia.

Dónde: en la terminal de tren de Heap House
Quién: James Henry Hayward
Me llamo James Henry. Me llamo James Henry Hayward. Estoy en un tren. Hay un anciano a mi lado. Un anciano grande, simpático. Me coge de la mano. Estamos en un tren. Vamos a Londres. No puedo ver gran cosa por las ventanas, fuera está todo muy oscuro. No sé si debería estar preocupado o no.