No os lo vais a creer, pero Rady existe…
En noviembre de 2014, en una ciudad polaca llamada Bydgoszcz (es difícil de pronunciar), alguien se encontró un gatito negro enfermo, y lo llevó a un refugio. Allí hicieron lo que pudieron, pero dos semanas después seguía igual de flacucho y se le seguía cayendo el pelo. «Podríamos seguir con el tratamiento», dijo el veterinario, «pero solo es alargar su sufrimiento».
Y entonces sucedió un milagro: como si hubiese entendido las palabras del veterinario, desde ese mismo día el gatito empezó a comer y a dar paseos en su jaula. Cuando mejoró, lo bautizaron como Rademenes (nosotros hemos optado por Rady, que es más corto). Y se quedó a vivir allí, en el refugio.
Un día llegó una perrita enferma y Rademenes se acurrucó junto a ella. Un asistente lo vio y dijo riendo: «Mira, un gato enfermero». Era una broma, claro, nadie esperaba que Rademenes volviese a hacerlo. Pero se equivocaban. No importaba lo grandote que fuese el animal que llegaba al refugio, Rademenes se acercaba sin miedo, se acurrucaba a su lado y lo consolaba con delicadeza hasta que se recuperaba.
La historia se difundió por Internet: ¿Un gato enfermero? Hasta las televisiones locales y la prensa fueron al refugio a cubrir la noticia. Y como se enteró un montón de gente buena, empezaron a llegar donaciones para ayudar a Rademenes y al refugio, y muchísimos animales enfermos pudieron ser atendidos.
Así que ya veis, Rademenes no solo cuidaba de los animales sino que le mostró a la gente el trabajo tan necesario que se hace en los refugios. Que Rademenes sobreviviese sorprendió a todo el mundo. Pero el milagro, el verdadero milagro, aún estaba por llegar.