Mi madre me quería tanto, que tuvo que tirarme de un coche en marcha para que huyera.
Mi padre me quería tanto, que cuando paseaba conmigo lo hacía por la vereda de enfrente, sin mirarme.
Mi padre era suizo, muy blanco.
Mi madre era xhosa, muy negra.
Y, según las leyes del apartheid, por ser de razas distintas tenían prohibido hacer el amor.
Pero al parecer lo hicieron… porque nací yo.
Lo peor que podía haber hecho.

Trevor Noah nació en Johannesburgo (Sudáfrica) en 1984. Todas las biografías empiezan así, con la fecha y lugar de nacimiento, pero en este caso estos dos factores marcaron su infancia, su carrera y su vida. Su madre era negra, de la etnia xhosa, y su padre, blanco y de procedencia europea. Se enamoraron en pleno Apartheid, así que, desde su mismo nacimiento Noah fue un niño prohibido por la ley, fruto de una relación interracial vetada. Ahí arrancó una vida de penurias y capacidad para esconderse y escapar. Tras buscarse la vida comerciando con CD piratas y pequeños préstamos, comenzó su carrera artística en la televisión sudafricana. En 2011 se mudó a Estados Unidos y su carrera se convirtió en una supernova. Fue el primer cómico sudafricano en realizar un monólogo en The Tonight Show y en aparecer en el Late Show with David Letterman. Protagonizó el documental You Laugh But It’s True y defendió en las tablas el stand-up The Racist. En diciembre de 2014, Noah se convirtió en colaborador fijo de The Daily Show, pero la sorpresa llegó cuando Jon Stewart, su presentador, lo nombró sucesor en septiembre de 2015. Desde entonces Noah se ha convertido en una de las caras más conocidas de la sátira política estadounidense más ácida y, más recientemente, en uno de los mejores azotes de Donald Trump. Su libro de memorias infantiles, Prohibido nacer, que deslumbró a la crítica de The New York Times Michiko Kakutani, demuestra que es, además, un escritor tierno, divertido, duro y muy prometedor.