¿Y SI TUVIERAS QUE COMERTE A TU MADRE PARA PODER COBRAR LA HERENCIA?
El genio de la literatura cómica judía, heredero de Philip Roth, Cynthia Ozick o Woody Allen.
«Cuidado con Shalom Auslander: te hará reír hasta que se te rompa el corazón.» THE NEW YORK TIMES
En su lecho de muerte, la madre de esta novela susurra una palabra justo antes de apagarse: «Comedme».
Todos sus hijos sabían que lo haría, pero no deja de ser un último deseo engorroso, cuando no cruel. Los Seltzer son canibaloamericanos, pero los hermanos deben ahora enfrentarse a sus contradicciones, a sus dudas, a su modernidad, a la tradición, a la culpa, a conflictos fraternales y a demasiados kilos de carne roja, incluso aunque se la repartan entre los doce hijos. Un plato de mal gusto. Y aun así, si no lo hacen, si no se cenan a mamá esta noche, no podrán cobrar la herencia. Y quizá no vuelvan a verse. El Séptimo ve en ese festín problemas logísticos y emocionales. El Segundo solo ingiere comida kosher, el Noveno es vegano, el Primero odiaba a la matriarca (y los valores tribales y cadenas familiares que representaba) y el Sexto ha muerto (uno menos para el reparto).
Después de hablar de madres judías sobreprotectoras y de dioses desalmados en enormes éxitos de ventas y crítica como Lamentaciones de un prepucio, Shalom Auslander va aún más allá y firma una sátira, hiperbólica pero tremendamente certera, desternillante y también triste, de cómo gestionamos nuestra memoria familiar, nuestro dolor y nuestro dinero los que nos quedamos en el mundo cuando alguien importante se nos muere.

Shalom Auslander (Monsey, Nueva York, 1970) fue educado «como un ternero» en el seno de una comunidad judía ortodoxa, es decir, entre barrotes medio invisibles y en el más temeroso respeto a Dios. De pequeño, creía todo lo que le decían sus mayores acerca de aquel señor tan poderoso y abusivo: Yahvé estaba en todas partes, tentaba a los suyos con comida no kosher y, si cedían, los torturaba de manera indecible. Durante la adolescencia, siguió creyendo, y tal vez por eso empezó a provocar voluntaria e indiscriminadamente la cólera de los cielos, que se parecía mucho a la ira del padre que tenía en casa. Ternero díscolo, Auslander pasó una temporada en Israel, pero esto no acabó de domesticarlo ni devolverlo al redil. Con todo, sigue siendo un devoto, aunque su familia ortodoxa opine que ha dado la espalda la espalda a la religión. Querría no creer, pero no lo consigue. Ahora que es adulto y padre de familia, Auslander mantiene la provocación mediante la escritura de ensayo y ficción. Y no deja de sorprenderle que judíos, cristianos y musulmanes reaccionen tan mal ante cualquier crítica a sus respectivos dioses, pues son ellos quienes hablan todo el rato de los desmanes que tales dioses se permiten. El primer libro de relatos del autor, Beware of God (2005), todavía inédito en castellano, le valió un gran reconocimiento crítico, al igual que Lamentaciones de un prepucio (2010). Por eso mismo, es muy posible que Dios esté molesto con él. Auslander escribe regularmente para The New Yorker, Esquire y The New York Times Magazine, entre otras publicaciones, y vive en Woodstock, en el estado de Nueva York.