Los humanos casi se han extinguido. Big Hig no está infectado, así que sigue aquí. Intenta mantenerse con vida junto a su perro gracias a un pequeño avión, un libro de poemas y algunas latas de Coca-Cola. Su esposa también ha muerto (está tan solo que hasta ha inventado una constelación para ella). Incluso cuando parece que no hay nada que hacer, él quiere continuar. Pero sobrevivir ya no es suficiente.
«Tenía un libro sobre las estrellas, pero ya no lo tengo. Mi memoria me vale, aunque no es estelar, ja. Así que me invento las constelaciones. Hice la del Oso y la de la Cabra, pero igual no las situé donde tendrían que estar, hice algunas para los animales que existían entonces, los que yo conocía. Hice una para Melissa, como si en las noches de invierno estuviera ahí arriba, entera, alta y
sonriente, mirándome. Mirándome desde el cielo mientras la escarcha me forma arrugas en las pestañas y me empluma la barba.»
«Una distopía con (mucho) poso literario que conmueve y brinda esperanza. De lo mejor del año (si no lo mejor).»
ABC
«Se agradece el espejo en que nos muestra nuestro malestar. Se agradece aún más que nos lo enseñe en un buen libro de aventuras.»
BABELIA
«Una carta de amor lírica y apocalíptica a las cosas bellas.»
GILLIAN FLYNN, AUTORA DE PERDIDA

La primera gran aventura que emprendió Peter Heller, a los 29 años, también podría haber sido la última. El primer día de esa peligrosísima expedición en kayak por las aguas de la meseta tibetana uno de sus compañeros de aventura murió en sus brazos. Desde entonces no ha parado de explorar los límites de la naturaleza y también de la escritura. Cuando era un niño en Brooklyn Heights, Heller prefería indagar en los arbustos y encaramarse a los árboles antes que jugar con un balón en el patio, y le emocionaba más escuchar el discurso de Martin Luther King («la música del lenguaje») que las canciones de los Beatles. Liberado del colegio, vivió en Boulder, Colorado, donde enseñaba kayak, trabajaba como pizzero y escribía poemas y relatos en su habitación. Solo ha abandonado la segunda de esas tres actividades, a las que ha sumado una pasión absoluta por el surf, que acredita en el diario de su página web, donde recoge los mails de lectores y aventureros afines que probablemente aparezcan más adelante en alguno de sus libros.
Aunque ahora, superados los cincuenta años, está viviendo otra aventura más doméstica (el matrimonio), Heller no ha abandonado ni la mochila ni el bloc de notas: en 2002 se alistó en una de las aventuras acuáticas más ambiciosas de la historia en el Gran Cañón de Tsangpo, de la que salió su libro Hell or High Water: Surviving Tibet’s Tsangpo River, premiado por diversas publicaciones. Tres años después, Heller, a encargo de National Geographic Adventure, se subió a un barco eco-pirata que navegó las aguas antárticas para abortar las labores de la poderosa flota ballenera japonesa. En 2007 remó hacia una cala con una cámara en su casco para descubrir la matanza de delfines y de ballenas en algunas remotas calas niponas.
Dice Heller que lo bueno de escribir sobre una aventura en lugar de vivirla es que «no necesitas ibuprofeno». También que la ficción le permite no saber qué sucederá a continuación. Quizás por todo ello debutó en 2012 como novelista con La constelación del Perro, la aventura apocalíptica de un superviviente nato y de un narrador sensible. Como Heller.