Tots tenim un secret i en Raoul Taburin en té un d’inconfessable. Ha après a dissimular-lo, però el pes comença a ser insuportable.
Sempre s’ha dedicat en cos i ànima a la seva gran vocació. Si hi ha algú que ho sap tot sobre canvis de marxes, clips, coixinets de rodament, pinyons, cambres d’aire i pneumàtics, és en Raoul Taburin, l’amo del taller de bicicletes del petit municipi francès de Saint-Céron. Té tan bona reputació a tota la regió, que una bici no és una bici, és una taburina.
Però en Raoul Taburin no pot deixar de pensar en el seu carregós secret… I és que ell, el millor reparador de bicis del món, no sap anar en bicicleta. N’és del tot incapaç.
Tots, en algun moment de les nostres vides, necessitem explicar a algú els nostres secrets. I quan entra al taller un fotògraf misteriós, en Raoul sap que el moment s’acosta. I que res no tornarà a ser el mateix.
«Una de les grans figures de l’últim segle, una ploma esmolada i tendra per entendre el món.» Babelia, El País

Jean-Jacques Sempé (o sencillamente Sempé, como firma su obra) se trasladó a un París que siempre le había fascinado con dieciocho años, donde trabajó como repartidor de vino. No obstante, sus ilustraciones estaban llamadas a colonizar las bibliotecas infantiles de todo el mundo, y no tardó en aparcar la bicicleta que usaba para los repartos. Sus primeros pasos como ilustrador vinieron de la mano de revistas y periódicos franceses como Paris Match y L’Express, que encontraron en sus caricaturas el vehículo perfecto para la crítica y la sátira social. Sus acuarelas, revestidas de lirismo y aparente sencillez, terminaron por traspasar las fronteras del periodismo galo para recalar en lo literario, y hoy cuenta con más de cuarenta libros a sus espaldas. Mención especial merecen Catherine (Blackie Books, 2014), que firmó con el premio Nobel Patrick Modiano, y las desternillantes peripecias de El Pequeño Nicolás, el personaje que creó junto a René Goscinny y que ha sido traducido a más de treinta idiomas. Pero Sempé es un dibujante maravilloso que también escribe historias maravillosas. Como esta, Marcelín, sobre un niño que no puede evitar sonrojarse. Tal vez le pase lo mismo a su creador, quién sabe, pues en una ocasión aseguró: «Dibujo mis propias debilidades».