En el Edimburgo de los años 30, la escuela femenina Marcia Blane es la institución llamada a educar a las élites del mañana. Entre la plana docente destaca la peculiar Jean Brodie: una mujer sofisticada, de ideas conservadoras y encanto arrollador. Una influencia indiscutible para seis de sus alumnas, a quienes todos llaman «el grupito de Brodie»: chicas impresionables que se reúnen con su profesora en los jardines para conversar sobre pintura, fascismo, seducción y los amoríos de las grandes autoras del siglo XIX. La señorita Brodie las acoge bajo su ala y les enseña todo cuanto a su parecer las convertirá en mujeres virtuosas. Les habla sobre su propia vida, sus triunfos, las esperanzas que deposita en ellas. Les enseña a vivir, pero a su manera.
Cualquiera diría que no hay grupo en la escuela Marcia Blane más unido que el de Brodie. La amistad forjada entre ellas parece indestructible. Pero, si algo aprenderán en esas reuniones clandestinas a la sombra de un olmo, es que cuanto mayor es la amistad, mayor es la herida de la traición.

Muriel Spark nació en Edimburgo en1918, de padre judío y madre anglicana. Como muchas mujeres artistas, tardó en encontrar su voz en medio de una vida de dificultades. Se casó muy joven, y siguió a su marido hasta África donde trabajó de profesora. Poco tiempo después, en 1944, se embarcó en un transporte de tropas y volvió a Londres, dejando atrás Rodesia (la actual Zimbabue), a su marido y a su hijo. En Londres desempeñó diversos oficios; el más sorprendente, el de colaboradora en una oficina de contraespionaje del Ministerio de Asuntos Exteriores. Su labor allí era difundir noticias falsas para confundir a los alemanes. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se consagra por completo a la escritura, atravesando duros periodos de los cuales encontramos eco en varias de sus novelas, que nos hablan de un tiempo de juventud en el cual la escritora pasó hambre. En principio escribe poesía y crítica literaria. Después algunas piezas teatrales para la radio, la biografía de varias figuras literarias del siglo XIX como Emily Brontë o Mary Shelley, y más de una veintena de novelas. Muriel escribía a mano, sin apenas correcciones y por un solo lado, en cuadernos especiales de espiral importados de su Escocia natal. Tras la publicación y éxito de sus primeras novelas, se traslada a Estados Unidos para escapar del medio literario británico que sentía que la oprimía. En 1979 abandona Nueva York con destino Italia. Allí vivirá hasta su muerte, en abril de 2006, en un pequeño pueblo de la Toscana, dejando una novela inacabada. Recibió premios y distinciones, entre ellos, el título de dama del Imperio Británico en 1993 y el Premio David Cohen de Literatura Británica, por el conjunto de su obra, en 1997, reconociendo así a la más brillante de las escritoras de posguerra de Gran Bretaña.