«El barco, gracias al vapor y por su propia fuerza, remonta serpenteando una pendiente empinada en la jungla, y por encima de una naturaleza que aniquila a los quejumbrosos y a los fuertes con igual ferocidad, suena la voz de Caruso. Jadeantes de niebla y agotados, los árboles se yerguen en este mundo irreal, en una miseria irreal; y yo, como en la estrofa de un poema en una lengua extranjera que no entiendo, estoy allí, profundamente asustado.»
Werner Herzog, cineasta genial y aventurero irredento, se fue a la selva amazónica a finales de los setenta, tardó un par de años en filmar Fitzcarraldo (el tiempo que le tomó subir un barco a una montaña) y dejó escrito este libro que, según él, es lo mejor que ha hecho. Un diario de rodaje que es un texto febril, alucinado, que puede leerse como un thriller repleto del lirismo y el delirio de la selva.
«Hipnótico. Es tentador buscar su espíritu incansable y su determinación de desafiar el destino.»
JANET MASLIN, THE NEW YORK TIMES

Werner Herzog creció en un remoto pueblo de montaña en Baviera. De niño nunca fue al cine, no tenía televisión ni teléfono. En 1961, cuando todavía estaba en secundaria, trabajó como soldador en el turno de noche para producir su primera película. Tenía diecinueve años. Desde entonces ha producido, escrito y dirigido más de cincuenta películas, entre ellas Aguirre, la cólera de Dios, El enigma de Gaspar Hauser y Grizzly Man. Vive en Los Ángeles, donde dirige una serie de seminarios de cine en los que no se imparte ningún tipo de enseñanza técnica, una escuela «para los que han viajado a pie, han mantenido el orden en un prostíbulo o han sido celadores en un asilo mental (...) en resumen, para los que tienen un sentido poético. Para los peregrinos. Para los que pueden contar un cuento a un niño de cuatro años y mantener su atención, para los que sienten un fuego en su interior». Cineasta genial y aventurero irredento, se fue a la selva amazónica a finales de la década de 1970, tardó un par de años en filmar su Fitzcarraldo (el tiempo que le tomó hacer pasar el barco por una montaña entre dos ríos), ganó el Premio al Mejor Director en Cannes en 1982 y dejó escrito Conquista de lo inútil (2010), parafraseando de modo libérrimo al propio Herzog, es lo mejor que ha hecho.