Princesa Safo

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Firma El tutú cierta “Princesa Safo” (o simplemente “Safo”, tal como reza en la cubierta), cuya identidad nos resulta desconocida. Pascal Pia (escritor y erudito francés) creyó, con no malos argumentos, que tras el pseudónimo podría esconderse la figura de Léon Genonceaux (a él se deben la segunda edición de Los cantos de Maldoror en 1890, que fue la que verdaderamente dio a conocer la obra de Lautréamont, y la primera recopilación de poemas de Rimbaud, el Relicario, aparecida pocas semanas después que El tutú, en 1891). Justamente entonces Genonceaux, acosado por procesos judiciales relacionados con sus libros, tuvo que salir huyendo de París. En 1903 ha regresado a la capital francesa, y se le acusa de editar una obra ofensiva para con Leopoldo II de Bélgica; luego se pierde su pista. Así las cosas, El tutú -­­que costaba tres francos cincuenta, como todos los libros de Genonceaux- apareció con su mentor a punto de darse a la fuga o ya en paradero desconocido, y no puede descartarse que la obra, cuya tirada no pudo ser muy larga, acaso de unos pocos centenares de ejemplares, no llegara a distribuirse. No hay referencia alguna a ella en reseñas o textos literarios de la época; sólo silencio, como si nunca se hubiese publicado. En ciento veinte años, casi nadie ha visto un ejemplar: ni una sola biblioteca pública, incluida la Nacional de París, lo tiene entre sus fondos, y de los cinco tutús localizados a día de hoy, todos en manos privadas, sólo dos están completos.

Nadie dijo nada de la novela hasta que Pascal Pia, la rescató del olvido en un artículo de La Quinzaine Littéraire de abril de 1966. En fechas recientes, el experto en Rimbaud Jean-Jacques Lefrère (en una ponencia de 2007, añadida como postfacio a la última edición francesa de la obra) ha barajado otros nombres de la escena literaria de la época, ninguno de ellos autor de primera fila: René Émery, que a la sazón firmaba como “Safo” en la revista Fin de siècle, y al que también publicó Genonceaux; o el ya mencionado Henri d’Argis de Guillerville; o incluso el simbolista Laurent Tailhade, de mayor talento que los anteriores. Ninguna de estas hipótesis pretende una identificación segura, todas se basan en elementos circunstanciales y lo cierto es que la obra de los autores mencionados está por debajo o es muy distinta de la novela que nos ocupa.

Obras

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El Tutú

La novela más misteriosa del siglo XIX (y una de las más extrañas y fascinantes).